No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,
sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,
que es casi un deber.
No abandones las ansias de hacer de tu vida algo
extraordinario.
No dejes de creer que las palabras
y las poesías sí pueden cambiar el mundo.
Pase lo que pase nuestra esencia está intacta.
Somos seres llenos de pasión.
La vida es desierto y oasis.
Nos derriba, nos lastima, nos enseña,
nos convierte en protagonistas de nuestra propia
historia.
Aunque el viento sople en contra,
la poderosa obra continúa:
Tú puedes aportar una estrofa.
No dejes nunca de soñar,
porque en sueños es libre el hombre.
No caigas en el peor de los errores:
el silencio.
La mayoría vive en un silencio espantoso.
No te resignes.
Huye.
“Emito mis alaridos por los techos de este mundo”,
dice el poeta.
Valora la belleza de las cosas simples.
Se puede hacer bella poesía sobre pequeñas cosas,
pero no podemos remar en contra de nosotros mismos.
Eso transforma la vida en un infierno.
Disfruta del pánico que te provoca
tener la vida por delante.
Vívela intensamente, sin mediocridad.
Piensa que en ti está el futuro
y encara la tarea con orgullo y sin miedo.
Aprende de quienes puedan enseñarte.
Las experiencias de quienes nos precedieron
de nuestros “poetas muertos”,
te ayudan a caminar por la vida.
La sociedad de hoy somos nosotros
Los “poetas vivos”.
No permitas que la vida te pase a ti
sin que la vivas ....
Walt Whitman
Cada verso del poema evoca un mensaje por sí mismo. Cada uno es una exhortación a vivir. A crecer. A soñar. Porque el soñar es el combustible que mantiene la construcción del futuro y la sensación de vivir. Porque sin sueños no hay mañana, no hay motivación para crecer, y el aprendizaje es el camino para crecer.
Este poema es una exhortación también a la libertad. A quitarnos la venda del mecanicismo que nos ciega y nos silencia con su inflexibilidad incuestionable. A pensar en otras posibilidades diferentes a las que nos han enseñado desde pequeños. Después de todo este mundo es muy grande y las posibilidades de aprendizaje y descubrimiento tienden a infinito.
Por supuesto, el ejecutar lo soñado, el levantar lo que no existe, tiene su precio, pero es un precio que nos hace madurar. Por eso hay que alegrarse cuando las situaciones de la vida duelen, porque el dolor cambia, y con el cambio crecemos.
jueves, 22 de septiembre de 2016
Película: Dead Poets’ Society
Esta es una película deliciosa. De principio a fin tiene una gran diversidad de temáticas y críticas al sistema educativo tanto formal como el que viene desde el hogar, que le permiten encontrar gran afinidad con el público general, pues la gran mayoría hemos sido víctimas de este sistema.
Varias fueron las escenas con las que nos identificamos. Las escenas que involucraron al director como tal o en el papel de profesor luego del despido Profesor Keating, son una muestra de la rigidez y verticalidad que ha imperado en nuestros sistemas, donde el control es el arma más fuerte que tiene el profesor para enseñar. Otra escena que nos cautivó, fue la clase fuera del aula donde los estudiantes tenían que marchar y vieron que cada quien aunque hicieran lo mismo, lo hacían con particularidad. Ciertamente en nuestro sistema, los currículos están diseñados homogéneamente, sin embargo, no es posible que todas las personas lo procesen igual. Como parte de la hermosa arma de interpretación que representa la poesía, los conocimientos deben poder ser asimilados por cada quien, de manera que pueda reinterpretar la información en su propio contexto y haga suyo el conocimiento. De la misma manera, aplica esta dinámica al sistema educativo donde se pretende escolarizar a las personas con paquetes diseñados para un estándar de madurez (que de paso no es posible alcanzar) pues aunque se clasifique a los estudiantes por edad, los grados de madurez diferirán tanto como personas habrá en la clase. El sistema debe reinterpretar y reestructurar para aumentar el éxito en sus procesos.
Algo que llama la atención, y en esto debemos colar las perspectivas de Maturana, es cuál útil fue para los chicos poder hacer suya la dinámica del Club de los Poetas Muertos. En el sistema no se privilegia la poesía como una exquisitez intelectual, ni fue por esta razón ni ninguna otra razón impuesta, que los estudiantes hicieron suyo el club de lectura. Ellos se apropiaron de la dinámica porque hubo elementos emocionales involucrados, sensaciones y desafíos que los retaron y convirtieron la lectura en una dinámica viva que les permitió abrirse a nuevas aventuras. Y eso es el éxito de un proceso de aprendizaje, lograr que los sujetos aprendientes se involucren, encuentren sentido en sus vidas a lo que se les presenta y puedan plasmar esa información en conocimiento que los haga crecer. Las sensaciones y emociones son excelentes herramientas para lograr consolidar los procesos de aprendizaje (se conoce de la relación de centros emocionales cerebrales con los procesos de memoria y aprendizaje incluso a nivel anatómico). Maturana enfoca este asunto desde el involucramiento del amor en los procesos de aprendizaje; amor que permitirá mayor receptividad y compromiso por parte de ambas partes, para que el conocimiento encuentre cabida en el sentido de vida del sujeto aprendiente.
En este mismo sentido, nos llamó la atención el discurso a lo largo de toda la película, sobre la definición del sentido de vida de los estudiantes. Prácticamente todos los chicos tenían sus carreras profesionales decididas por sus padres y por tanto al parecer, su futuro. El elemento disruptor de la película, el Profesor Keating, les ayuda a repensar, a replantearse ese tipo de “aprendizaje” proveniente del hogar y el sistema educativo (por tanto es un “aprendizaje” más fuerte). Cada quien puede optar por un futuro diferente según vaya tomando decisiones en su vida. Nuestro sistema nos mecaniza para primero, aprobar todos los años de manera consecutiva y con buenas notas pues esto es directamente proporcional al éxito en la vida. Segundo, a que se debe pasar por todas las fases de la educación formal para ser feliz y exitoso y la rapidez con que se avance en el proceso es clave.
Uno de los mayores errores que consideramos posee el sistema educativo es ese determinismo inflexible. Los pobres estudiantes terminan educación secundaria ávidos de buscar una institución que tenga un buen balance de prestigio, calidad y precio, para poder convertirse en “alguien en la vida” y tomar grandes decisiones que van a afectar su futuro (como si fuera el único chance definitorio) con una corta edad y poco contacto y exposición a situaciones de la vida que ayudan a madurar el carácter personal. Se les restringe la oportunidad de explorar, y muchas veces de equivocarse en pro de “convertirse en alguien”.
En fin, no es la idea satanizar el sistema actual, sin embargo, la evolución natural lo ha hecho obsoleto. Las generaciones actuales, aunque flexibles, dan poca cabida a las cosas “sinsentido” que no contribuyan a su crecimiento personal y profesional. El Profesor Keating es toda una escuela sobre lo que significa amar y querer educar para la vida.
Esta es una película deliciosa. De principio a fin tiene una gran diversidad de temáticas y críticas al sistema educativo tanto formal como el que viene desde el hogar, que le permiten encontrar gran afinidad con el público general, pues la gran mayoría hemos sido víctimas de este sistema.
Varias fueron las escenas con las que nos identificamos. Las escenas que involucraron al director como tal o en el papel de profesor luego del despido Profesor Keating, son una muestra de la rigidez y verticalidad que ha imperado en nuestros sistemas, donde el control es el arma más fuerte que tiene el profesor para enseñar. Otra escena que nos cautivó, fue la clase fuera del aula donde los estudiantes tenían que marchar y vieron que cada quien aunque hicieran lo mismo, lo hacían con particularidad. Ciertamente en nuestro sistema, los currículos están diseñados homogéneamente, sin embargo, no es posible que todas las personas lo procesen igual. Como parte de la hermosa arma de interpretación que representa la poesía, los conocimientos deben poder ser asimilados por cada quien, de manera que pueda reinterpretar la información en su propio contexto y haga suyo el conocimiento. De la misma manera, aplica esta dinámica al sistema educativo donde se pretende escolarizar a las personas con paquetes diseñados para un estándar de madurez (que de paso no es posible alcanzar) pues aunque se clasifique a los estudiantes por edad, los grados de madurez diferirán tanto como personas habrá en la clase. El sistema debe reinterpretar y reestructurar para aumentar el éxito en sus procesos.
Algo que llama la atención, y en esto debemos colar las perspectivas de Maturana, es cuál útil fue para los chicos poder hacer suya la dinámica del Club de los Poetas Muertos. En el sistema no se privilegia la poesía como una exquisitez intelectual, ni fue por esta razón ni ninguna otra razón impuesta, que los estudiantes hicieron suyo el club de lectura. Ellos se apropiaron de la dinámica porque hubo elementos emocionales involucrados, sensaciones y desafíos que los retaron y convirtieron la lectura en una dinámica viva que les permitió abrirse a nuevas aventuras. Y eso es el éxito de un proceso de aprendizaje, lograr que los sujetos aprendientes se involucren, encuentren sentido en sus vidas a lo que se les presenta y puedan plasmar esa información en conocimiento que los haga crecer. Las sensaciones y emociones son excelentes herramientas para lograr consolidar los procesos de aprendizaje (se conoce de la relación de centros emocionales cerebrales con los procesos de memoria y aprendizaje incluso a nivel anatómico). Maturana enfoca este asunto desde el involucramiento del amor en los procesos de aprendizaje; amor que permitirá mayor receptividad y compromiso por parte de ambas partes, para que el conocimiento encuentre cabida en el sentido de vida del sujeto aprendiente.
En este mismo sentido, nos llamó la atención el discurso a lo largo de toda la película, sobre la definición del sentido de vida de los estudiantes. Prácticamente todos los chicos tenían sus carreras profesionales decididas por sus padres y por tanto al parecer, su futuro. El elemento disruptor de la película, el Profesor Keating, les ayuda a repensar, a replantearse ese tipo de “aprendizaje” proveniente del hogar y el sistema educativo (por tanto es un “aprendizaje” más fuerte). Cada quien puede optar por un futuro diferente según vaya tomando decisiones en su vida. Nuestro sistema nos mecaniza para primero, aprobar todos los años de manera consecutiva y con buenas notas pues esto es directamente proporcional al éxito en la vida. Segundo, a que se debe pasar por todas las fases de la educación formal para ser feliz y exitoso y la rapidez con que se avance en el proceso es clave.
Uno de los mayores errores que consideramos posee el sistema educativo es ese determinismo inflexible. Los pobres estudiantes terminan educación secundaria ávidos de buscar una institución que tenga un buen balance de prestigio, calidad y precio, para poder convertirse en “alguien en la vida” y tomar grandes decisiones que van a afectar su futuro (como si fuera el único chance definitorio) con una corta edad y poco contacto y exposición a situaciones de la vida que ayudan a madurar el carácter personal. Se les restringe la oportunidad de explorar, y muchas veces de equivocarse en pro de “convertirse en alguien”.
En fin, no es la idea satanizar el sistema actual, sin embargo, la evolución natural lo ha hecho obsoleto. Las generaciones actuales, aunque flexibles, dan poca cabida a las cosas “sinsentido” que no contribuyan a su crecimiento personal y profesional. El Profesor Keating es toda una escuela sobre lo que significa amar y querer educar para la vida.
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