jueves, 21 de julio de 2016
Reflexionando sobre el origen
Malpaís, un grupo musical costarricense dice en uno de sus temas “sé que a veces miro para atrás, pero es para saber de dónde vengo”. Ciertamente la vivencia de la novedad, de la aprehensión de nuevas experiencias debe hacerse con apertura y sin embargo, sabiendo y recordando el origen de lo propio, la autorreferencia de la propia persona y la de la sociedad en la que nos vemos inmersos. La novedad aparece en cada interacción del individuo con su medio. El mantenimiento del equilibrio se da en la interrelación.
La belleza de estas interacciones es que no determinan. Ellas nos ayudan a formar identidades, marcos de referencia e historias en la libertad individual y colectiva. “Somos el mañana que se cosecha en el ayer”. El resultado espontáneo de las interacciones forma la rica complejidad de la vida, impredecible. Este factor precisamente es uno de los que se niega con el enfoque mecanicista donde la identidad y la realidad de cada quién se pueden aislar pues los vínculos son omitidos. De hecho esta desvinculación afecta la percepción de cambio en los individuos y las sociedades. Los episodios de cambio siempre conllevan el dejar algo atrás para adquirir la novedad. Sin embargo, el pensamiento mecanicista permite mantener estereotipos como el estándar a seguir, de manera se logra que percibamos lo diferente como erróneo, fuera de lugar. Ni pensar siquiera en la inexplicable interacción del hombre con la naturaleza, la cual a falta de una lógica expresable en el lenguaje científico hemos aprendido a tratar como mitos propios de las culturas exóticas indígenas que un día “tuvieron el privilegio de cuidar esta tierra para nosotros”. El cambio de percepción de la realidad y la identidad nos ayudan a reconfigurar el entorno y esta debe ser nuestra motivación para impulsar este cambio.
“Tú debes ser el cambio que quieres ver en el mundo”.
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