Destilando lo aprendido: biopedagodía
El compartir de experiencias en comunidad, sin duda ha enriquecido nuestra propia visión del mundo. Hace ver que el mundo no solamente es lo que nosotros concebimos, sino que hay muchas aristas que tomar en cuenta para construir el aprendizaje. Hemos podido enriquecer la experiencia personal de cada uno con lo cual incluso, hemos podido crear nuevas concepciones que quizá ninguno habría analizado individualmente. En este proceso nadie poseyó la verdad. Se compartieron puntos de vista, aristas de análisis e ideologías. Esa es una clave importante para pasar de la enseñanza al aprendizaje: compartir experiencias. Pero también el deseo a la apertura y a construir constantemente una mejor versión de la propia persona. Que se tome cada interacción interpersonal como un momento de renovación propia que permite incorporar nuevas realidades a la vida.
Al sumergirnos en las nuevas concepciones enmarcadas en la biopedagogía nos ha sorprendido darnos cuenta que el aprendizaje es un proceso autogenerado que debe darse en relaciones de amor. Es algo que ha estado muy lejos de la realidad que hemos vivido y sin embargo, ha resonado fuertemente en nosotros. Este proceso de autoconstrucción personal es el que le da sentido al esfuerzo que implica la adaptación e integración de nuevos conocimientos. Porque no se trata sólo de sobrevivir, sino también de ser capaces de vivir con calidad, aprovechando y maximizando nuestro potencial al servicio de los demás (y con demás nos referimos al entorno inmediato como la familia, amigos, etc., pero también a la sociedad en la que nos desenvolvemos).
Al final todo se relaciona con el concepto de autopoiesis. Para todos ha sido sorprendente descubrir las aplicaciones del concepto a los sistemas vivos y el proceso de aprendizaje. Nos es claro cómo aprender está relacionado con la misma definición de vida y a su vez es sinónimo de estar vivos; esto cuestiona directamente el actual paradigma educativo que reina en nuestra sociedad. Recordando a Maturana, nos sorprendió además la premisa de que el aprendizaje, para que se desarrolle apropiadamente, ha de hacerlo en relaciones de amor. Y nos llama la atención cómo se relaciona esto con la imagen de Dios que Jesús vino a anunciar y que lastimosamente no hemos sabido transmitir ni experimentar. Dios es amor. La experiencia con el Dios verdadero se da en la libertad y seguridad de que Él nos ha creado para ser amados y amar. ¿Por qué el proceso del buen vivir (cito al Padre Alfonso), que implica constante aprendizaje, iba a desarrollarse en un ambiente diferente? El mejor ambiente para aprender es en el que se tiene la seguridad y la confianza de las relaciones basadas en amor que motiva al ser a desarrollarse en su máximo esplendor para poder apoyar en estas relaciones, a otros en este mismo proceso.
Nos queda claro que aprender no es una etapa, aprender es vivir.
miércoles, 24 de agosto de 2016
miércoles, 10 de agosto de 2016
Reflexiones en la autopoiesis del aprendizaje
La metáfora del proceso de rumiar con el cual las vacas procesan su alimento me pareció adecuada para comenzar este análisis. Al leer sobre la conversación del granjero con el extraterrestre, me queda la impresión que el primero hizo un análisis rumiante de la situación que le presentaron para poder encontrar su respuesta. El tomar los elementos que se desprenden de las experiencias de vida para encontrarles sentido. El analizarlos desde una arista y luego de otra, y otra hasta poder encontrar un sentido último que resuena con armonía en el cuerpo, algo similar a rumiar. Y uso esta metáfora porque es un proceso por medio del cual un ser vivo logra conseguir al final su energía, pero a la larga la naturaleza primaria de estos procesos se remonta al concepto de autopoiesis. Todo ser vivo se autosostiene no por su perfección sino por su capacidad de procesar los flujos de energía que le mantienen y le permiten autoregenerarse.
El aprendizaje se da desde la autogeneración y la autoorganización de los conocimientos adquiridos a lo largo de la vida. Se da desde la autogeneración del sentido que le doy a las experiencias y del conocimiento del que me puedo apropiar a partir de las mismas y que me va a ayudar en mi proceso adaptativo dentro de mi contexto. Algo que me pareció sumamente relevante del texto de Gutiérrez, es el destacar que el aprendizaje se da en el contexto del gozo y el placer. Desde mi experiencia, recalcando el hecho de que tengo una memoria bastante selectiva, he aprendido cómo los procesos de aprendizaje significativos que he tenido, están asociados a sensaciones gustosas, de disfrute. Donde la relevancia de aprender X conocimiento representa el placer de saber que podré ser más autosuficiente en ese sentido, o de que me permitirá desarrollar mi potencial. Como se menciona en el texto, el aprendizaje requiere de una transformación sensorial, una reestructuración que permita darle un sentido a ese conocimiento dentro de mi vida y por eso lo incorporo dentro de mi estructura cognitiva.
En este contexto a los formadores nos queda una gran tarea pues es necesario reinventar los procesos de educación hacia el aprendizaje. Pasar de la simple transferencia de la información de manera vertical, a un compartir, a una guía que permita experimentar en el auto-descubrimiento, el placer de encontrar el sentido de las cosas dentro de mi vivir. Porque los aprendizajes se incorporan en el tanto yo pueda darles un lugar dentro de mi realidad. La naturaleza en su sabiduría ha dictado el ahorro del recurso: no se gastan recursos en algo que no tenga relevancia en el rol que juego dentro de la dinámica de mi hábitat y/o lo que permita mi supervivencia. ¿Por qué tengo que saber de estudios sociales si lo que quiero es estudiar aviación? No se debe imponer el conocimiento sólo por que sí o para lograr el adoctrinamiento. El poder reflejar que el conocimiento de los estudios sociales sensibiliza al profesional en aviación hacia la importancia del sentido patrio, de la historia que tiene cada pueblo y que como profesional podrá tener la dicha de poder facilitar a otros el reencontrar su patria y poder comprender el valor que representa para ellos, es un enfoque distinto que permite más apertura hacia el recibimiento del esfuerzo que implicará en este caso el estudio.
Esto sin embargo, conlleva para el formador el involucrarse con los estudiantes como personas. No sólo como sujetos de aprendizaje, sino como seres con deseos, anhelos, sueños, sentimientos, sensaciones, historias de vida. El esfuerzo recae en el formador hacia facilitar, para que cada quien encuentre el deleite en el conocimiento que se le presenta. Esto lo analizo en el esfuerzo de imaginar cómo insertar la realidad del desarrollo del aprendizaje en el contexto del placer, en la sociedad de imposición de currículos en la que nos desenvolvemos. Probablemente sea más sano pensar en reestructurar los programas de enseñanza de manera que tengan una mayor flexibilidad en la incorporación de distintas áreas de conocimiento. La complejidad de encajar estos procesos dentro de las demandas de la sociedad acelerada y estructurada en la que nos desenvolvemos es un tema para amplio análisis.
Para finalizar sólo me parece relevante parafrasear y dejar por acá el sentido etimológico de la palabra autopoiesis: el gozo de autocrearse. Un gozo como indica Gutiérrez, dinámico, flexible, holista y complejo que haga resonancia en los sentidos y que se incorpore en nuestra cotidianeidad.
La metáfora del proceso de rumiar con el cual las vacas procesan su alimento me pareció adecuada para comenzar este análisis. Al leer sobre la conversación del granjero con el extraterrestre, me queda la impresión que el primero hizo un análisis rumiante de la situación que le presentaron para poder encontrar su respuesta. El tomar los elementos que se desprenden de las experiencias de vida para encontrarles sentido. El analizarlos desde una arista y luego de otra, y otra hasta poder encontrar un sentido último que resuena con armonía en el cuerpo, algo similar a rumiar. Y uso esta metáfora porque es un proceso por medio del cual un ser vivo logra conseguir al final su energía, pero a la larga la naturaleza primaria de estos procesos se remonta al concepto de autopoiesis. Todo ser vivo se autosostiene no por su perfección sino por su capacidad de procesar los flujos de energía que le mantienen y le permiten autoregenerarse.
El aprendizaje se da desde la autogeneración y la autoorganización de los conocimientos adquiridos a lo largo de la vida. Se da desde la autogeneración del sentido que le doy a las experiencias y del conocimiento del que me puedo apropiar a partir de las mismas y que me va a ayudar en mi proceso adaptativo dentro de mi contexto. Algo que me pareció sumamente relevante del texto de Gutiérrez, es el destacar que el aprendizaje se da en el contexto del gozo y el placer. Desde mi experiencia, recalcando el hecho de que tengo una memoria bastante selectiva, he aprendido cómo los procesos de aprendizaje significativos que he tenido, están asociados a sensaciones gustosas, de disfrute. Donde la relevancia de aprender X conocimiento representa el placer de saber que podré ser más autosuficiente en ese sentido, o de que me permitirá desarrollar mi potencial. Como se menciona en el texto, el aprendizaje requiere de una transformación sensorial, una reestructuración que permita darle un sentido a ese conocimiento dentro de mi vida y por eso lo incorporo dentro de mi estructura cognitiva.
En este contexto a los formadores nos queda una gran tarea pues es necesario reinventar los procesos de educación hacia el aprendizaje. Pasar de la simple transferencia de la información de manera vertical, a un compartir, a una guía que permita experimentar en el auto-descubrimiento, el placer de encontrar el sentido de las cosas dentro de mi vivir. Porque los aprendizajes se incorporan en el tanto yo pueda darles un lugar dentro de mi realidad. La naturaleza en su sabiduría ha dictado el ahorro del recurso: no se gastan recursos en algo que no tenga relevancia en el rol que juego dentro de la dinámica de mi hábitat y/o lo que permita mi supervivencia. ¿Por qué tengo que saber de estudios sociales si lo que quiero es estudiar aviación? No se debe imponer el conocimiento sólo por que sí o para lograr el adoctrinamiento. El poder reflejar que el conocimiento de los estudios sociales sensibiliza al profesional en aviación hacia la importancia del sentido patrio, de la historia que tiene cada pueblo y que como profesional podrá tener la dicha de poder facilitar a otros el reencontrar su patria y poder comprender el valor que representa para ellos, es un enfoque distinto que permite más apertura hacia el recibimiento del esfuerzo que implicará en este caso el estudio.
Esto sin embargo, conlleva para el formador el involucrarse con los estudiantes como personas. No sólo como sujetos de aprendizaje, sino como seres con deseos, anhelos, sueños, sentimientos, sensaciones, historias de vida. El esfuerzo recae en el formador hacia facilitar, para que cada quien encuentre el deleite en el conocimiento que se le presenta. Esto lo analizo en el esfuerzo de imaginar cómo insertar la realidad del desarrollo del aprendizaje en el contexto del placer, en la sociedad de imposición de currículos en la que nos desenvolvemos. Probablemente sea más sano pensar en reestructurar los programas de enseñanza de manera que tengan una mayor flexibilidad en la incorporación de distintas áreas de conocimiento. La complejidad de encajar estos procesos dentro de las demandas de la sociedad acelerada y estructurada en la que nos desenvolvemos es un tema para amplio análisis.
Para finalizar sólo me parece relevante parafrasear y dejar por acá el sentido etimológico de la palabra autopoiesis: el gozo de autocrearse. Un gozo como indica Gutiérrez, dinámico, flexible, holista y complejo que haga resonancia en los sentidos y que se incorpore en nuestra cotidianeidad.
jueves, 4 de agosto de 2016
Autopoiesis y ausencia del presente
Entendimos la autopoiesis como la capacidad de autoregenerar y construir constantemente. Aplicándolo al ser, vimos una posibilidad ilimitada de cambio que apela al desapego en aras de abrirse a nuevas posibilidades. Es una teoría que nos permitiría comenzar de nuevo. La belleza que vemos en esto es la oportunidad de ser generadores del propio mundo y como dice Maturana, responsables de este. Y es que en cuestiones de aprendizaje, nos parece que la oportunidad de que cada quien sea responsable en gran medida de su aprendizaje, permite un mayor aprovechamiento. Esto siempre y cuando se cumpla con el requisito de permitir el proceso autoconstructivo de la enseñanza.
Maturana afirma que con la responsabilidad viene el placer de poder escoger desde sí mismo. Esto nos parece de gran relevancia. Porque actualmente, nos hemos acostumbrado a transferir la responsabilidad de la educación en todos los ámbito a otros “especializados en el tema”. Vemos que en el núcleo familiar las personas pretenden que sus hijos se formen académicamente y para la vida en la escuela, que se formen en su fe en el catecismo, que desarrollen su potencial en clases privadas de arte, en fin; tercerizamos nuestra responsabilidad de transmitir los valores base de la vida. No es de extrañar que las nuevas generaciones estén acostumbradas a buscar sentar en el otro la responsabilidad del éxito en sus procesos. Esto lo vemos como una aberración del proceso educativo. No es posible aprender a vivir sino sabemos autogestionarnos, si no somos capaces de autorenovarnos en las interacciones con el ambiente. Debemos redescubrir la belleza de la cuestión, de la renovación de nuestros conceptos y de la adaptación al medio que nos circunda.
Otro punto importante de recalcar que menciona Maturana es la aprendida ausencia del presente. El énfasis actual del modelo educativo en el desarrollo de competencias, el progreso y el exitismo como las fuentes de la satisfacción (importante que nos hayan vendido la concepción de la satisfacción como una condición más fácilmente alcanzable que la felicidad y con la que cual se puede vivir perfectamente) nos ha sacado del presente en que vivimos los sujetos aprendientes (desde niños hasta adultos) pues debemos aprender a vivir en el análisis de la previsión del mañana y en referencia de otros. Vemos lo peligroso de esto en la enajenación de nuestro propio ser. Ya no se nos enseña a estar en el hoy, a concentrarnos en hacer lo mejor de lo que tenemos en el momento. Muchas veces perdemos conciencia de lo que sucede dentro de nosotros pues vivimos analizando la mejor manera de poder sobrepasar expectativas de otros; aprendemos a vivir desde fuera.
Otro peligro de este modelo es la pérdida del sentido de pertenencia comunitario del ahora. Actualmente, estamos permitiéndonos el no preparar a las personas para ser partícipes de un grupo. A pesar del gran énfasis en el desarrollo de las habilidades blandas que incluye el trabajo en equipo, sentimos que no conocemos el sentido de comunidad. Ni en el trabajo, ni en la Iglesia siquiera, donde se supone que somos la comunidad de Cristo en la Tierra. Todos hemos aprendido a disque “autogestionarnos” de manera independiente. Sin embargo, el principio de autopoiesis establece que el ser se puede autoreconstruir, autoorganizar dentro del contexto de sus interacciones con el ambiente. El ser humano es integral. No se puede basar el aprendizaje o el desarrollo personal en el aislamiento de la comunidad. Vemos que la pérdida del sentido de pertenencia propio afecta nuestro sentido de pertenencia comunitario.
Según Maturana una manera de devolver este sentido de pertenencia en la educación es el guiar la mirada de manera reflexiva hacia el conocimiento. En todos los ámbitos (familiar, educativo, laboral, eclesial) se debe proveer a la persona el norte para desarrollar el sentido de lo aprendido en el propio vivir. Vemos la necesidad de que las personas podamos hacer nuestras elecciones desde la propia realidad, en lo cual tenderemos a desafiar dogmas probablemente, pero esto será la oportunidad para darle solidez a nuestras creencias o enriquecerlas con nuevos puntos de vista hasta incluso cambiarlos. El proceso autopoiético por sí mismo nos permite esta autoregeneración. Estas circunstancias nos permiten ampliar nuestra visión hacia un análisis más integral que además nos permite encontrar nuevas referencias que nos permiten autodefinirnos. La definición de nuestra identidad en este sentido nos lleva a una apertura relacional en la que inevitablemente construimos comunidad.
Entendimos la autopoiesis como la capacidad de autoregenerar y construir constantemente. Aplicándolo al ser, vimos una posibilidad ilimitada de cambio que apela al desapego en aras de abrirse a nuevas posibilidades. Es una teoría que nos permitiría comenzar de nuevo. La belleza que vemos en esto es la oportunidad de ser generadores del propio mundo y como dice Maturana, responsables de este. Y es que en cuestiones de aprendizaje, nos parece que la oportunidad de que cada quien sea responsable en gran medida de su aprendizaje, permite un mayor aprovechamiento. Esto siempre y cuando se cumpla con el requisito de permitir el proceso autoconstructivo de la enseñanza.
Maturana afirma que con la responsabilidad viene el placer de poder escoger desde sí mismo. Esto nos parece de gran relevancia. Porque actualmente, nos hemos acostumbrado a transferir la responsabilidad de la educación en todos los ámbito a otros “especializados en el tema”. Vemos que en el núcleo familiar las personas pretenden que sus hijos se formen académicamente y para la vida en la escuela, que se formen en su fe en el catecismo, que desarrollen su potencial en clases privadas de arte, en fin; tercerizamos nuestra responsabilidad de transmitir los valores base de la vida. No es de extrañar que las nuevas generaciones estén acostumbradas a buscar sentar en el otro la responsabilidad del éxito en sus procesos. Esto lo vemos como una aberración del proceso educativo. No es posible aprender a vivir sino sabemos autogestionarnos, si no somos capaces de autorenovarnos en las interacciones con el ambiente. Debemos redescubrir la belleza de la cuestión, de la renovación de nuestros conceptos y de la adaptación al medio que nos circunda.
Otro punto importante de recalcar que menciona Maturana es la aprendida ausencia del presente. El énfasis actual del modelo educativo en el desarrollo de competencias, el progreso y el exitismo como las fuentes de la satisfacción (importante que nos hayan vendido la concepción de la satisfacción como una condición más fácilmente alcanzable que la felicidad y con la que cual se puede vivir perfectamente) nos ha sacado del presente en que vivimos los sujetos aprendientes (desde niños hasta adultos) pues debemos aprender a vivir en el análisis de la previsión del mañana y en referencia de otros. Vemos lo peligroso de esto en la enajenación de nuestro propio ser. Ya no se nos enseña a estar en el hoy, a concentrarnos en hacer lo mejor de lo que tenemos en el momento. Muchas veces perdemos conciencia de lo que sucede dentro de nosotros pues vivimos analizando la mejor manera de poder sobrepasar expectativas de otros; aprendemos a vivir desde fuera.
Otro peligro de este modelo es la pérdida del sentido de pertenencia comunitario del ahora. Actualmente, estamos permitiéndonos el no preparar a las personas para ser partícipes de un grupo. A pesar del gran énfasis en el desarrollo de las habilidades blandas que incluye el trabajo en equipo, sentimos que no conocemos el sentido de comunidad. Ni en el trabajo, ni en la Iglesia siquiera, donde se supone que somos la comunidad de Cristo en la Tierra. Todos hemos aprendido a disque “autogestionarnos” de manera independiente. Sin embargo, el principio de autopoiesis establece que el ser se puede autoreconstruir, autoorganizar dentro del contexto de sus interacciones con el ambiente. El ser humano es integral. No se puede basar el aprendizaje o el desarrollo personal en el aislamiento de la comunidad. Vemos que la pérdida del sentido de pertenencia propio afecta nuestro sentido de pertenencia comunitario.
Según Maturana una manera de devolver este sentido de pertenencia en la educación es el guiar la mirada de manera reflexiva hacia el conocimiento. En todos los ámbitos (familiar, educativo, laboral, eclesial) se debe proveer a la persona el norte para desarrollar el sentido de lo aprendido en el propio vivir. Vemos la necesidad de que las personas podamos hacer nuestras elecciones desde la propia realidad, en lo cual tenderemos a desafiar dogmas probablemente, pero esto será la oportunidad para darle solidez a nuestras creencias o enriquecerlas con nuevos puntos de vista hasta incluso cambiarlos. El proceso autopoiético por sí mismo nos permite esta autoregeneración. Estas circunstancias nos permiten ampliar nuestra visión hacia un análisis más integral que además nos permite encontrar nuevas referencias que nos permiten autodefinirnos. La definición de nuestra identidad en este sentido nos lleva a una apertura relacional en la que inevitablemente construimos comunidad.
martes, 2 de agosto de 2016
Sobre el aprender
Ciertamente el proceso de aprendizaje lleva implícita una naturaleza relacional y por tanto procesos de comunicación. Algo de lo que nos ha llamado poderosamente la atención, es el reflexionar en que el desarrollo de la comunicación no es lineal y que adquiere sentido al llegar a quien interpreta la información trasmitida. Porque ciertamente dos personas pueden estar hablando sobre un mismo tema pero pensando e interpretando cada quien cosas muy distintas. Es precisamente este un punto clave en el proceso de aprendizaje. Porque si se quiere sacar el mayor provecho de este proceso se debe saber a priori que de la interacción el resultado será impredecible porque el sujeto será quien incorpore y procese la información. Debemos transmitir entonces el mensaje sin expectativas ni exigencias que fuercen el significado del mensaje hacia mi interpretación, sino, a que cada sujeto pueda lograr encontrar un sentido positivo y reflexivo a esta información para su propia vivencia.
Nuestro paradigma actual, nos invita a ser receptores pasivos de una información cuyas bases damos por sentado. Hemos sido educados para la costumbre de retener conocimiento de manera selectiva y sesgada hacia el área de mi especialización. No buscamos nuevas respuestas que nos permitan redefinir el sentido de nuestro presente. Buscamos información que nos permita asegurarnos un futuro que no existe más que en nuestro pensamiento. Así, no parece necesaria la constante búsqueda de conocimiento y nuevos horizontes. Pretendemos vivir en un mundo futuro que no ha llegado, mientras en el presente, corremos para alcanzarlo.
Ciertamente el proceso de aprendizaje lleva implícita una naturaleza relacional y por tanto procesos de comunicación. Algo de lo que nos ha llamado poderosamente la atención, es el reflexionar en que el desarrollo de la comunicación no es lineal y que adquiere sentido al llegar a quien interpreta la información trasmitida. Porque ciertamente dos personas pueden estar hablando sobre un mismo tema pero pensando e interpretando cada quien cosas muy distintas. Es precisamente este un punto clave en el proceso de aprendizaje. Porque si se quiere sacar el mayor provecho de este proceso se debe saber a priori que de la interacción el resultado será impredecible porque el sujeto será quien incorpore y procese la información. Debemos transmitir entonces el mensaje sin expectativas ni exigencias que fuercen el significado del mensaje hacia mi interpretación, sino, a que cada sujeto pueda lograr encontrar un sentido positivo y reflexivo a esta información para su propia vivencia.
Nuestro paradigma actual, nos invita a ser receptores pasivos de una información cuyas bases damos por sentado. Hemos sido educados para la costumbre de retener conocimiento de manera selectiva y sesgada hacia el área de mi especialización. No buscamos nuevas respuestas que nos permitan redefinir el sentido de nuestro presente. Buscamos información que nos permita asegurarnos un futuro que no existe más que en nuestro pensamiento. Así, no parece necesaria la constante búsqueda de conocimiento y nuevos horizontes. Pretendemos vivir en un mundo futuro que no ha llegado, mientras en el presente, corremos para alcanzarlo.
Reflexiones en biopedagogía: El Circo de la Mariposa
Es interesante como uno puede observar lo mismo y resultar diferentes interpretaciones dependiendo del contexto y momento histórico en que se encuentre. Esta vez, el circo de las mariposas nos ha invitado a reflexionar sobre la redefinición de nuestro auto-valor (autoestima) en el contexto de un proceso de aprendizaje. Un proceso en el que dejamos lo que hemos creído ser hasta un momento, para redefinirnos y sacar provecho de la fuerza interior y la autosuficiencia. Hemos visto que un requisito para que se dé este descubrimiento es el salir de la rutina que nos ciega a reconocer el potencial de aprendizaje que poseemos. Porque la costumbre nos atonta y nos permite aferrarnos a una “verdad” que se acomoda a nuestras circunstancias. No vamos más allá de los límites que nos hemos permitido establecer, por lo que la capacidad de auto-reestructurar nuestra identidad se anula. Empezamos a aprender, cuando logramos salir de este trance de la costumbre y no atrevemos a desafiar nuestros límites internos, cuando nos permitimos la interacción con el medio de manera que tengamos que vernos en la necesidad de adaptarnos a las circunstancias, descubriendo en el esfuerzo lo que desconocemos de nosotros mismos. Así, incorporamos nuestro entorno y las circunstancias a nuestras vivencias, dándoles sentido dentro de nuestra propia existencia.
Es interesante como uno puede observar lo mismo y resultar diferentes interpretaciones dependiendo del contexto y momento histórico en que se encuentre. Esta vez, el circo de las mariposas nos ha invitado a reflexionar sobre la redefinición de nuestro auto-valor (autoestima) en el contexto de un proceso de aprendizaje. Un proceso en el que dejamos lo que hemos creído ser hasta un momento, para redefinirnos y sacar provecho de la fuerza interior y la autosuficiencia. Hemos visto que un requisito para que se dé este descubrimiento es el salir de la rutina que nos ciega a reconocer el potencial de aprendizaje que poseemos. Porque la costumbre nos atonta y nos permite aferrarnos a una “verdad” que se acomoda a nuestras circunstancias. No vamos más allá de los límites que nos hemos permitido establecer, por lo que la capacidad de auto-reestructurar nuestra identidad se anula. Empezamos a aprender, cuando logramos salir de este trance de la costumbre y no atrevemos a desafiar nuestros límites internos, cuando nos permitimos la interacción con el medio de manera que tengamos que vernos en la necesidad de adaptarnos a las circunstancias, descubriendo en el esfuerzo lo que desconocemos de nosotros mismos. Así, incorporamos nuestro entorno y las circunstancias a nuestras vivencias, dándoles sentido dentro de nuestra propia existencia.
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