jueves, 4 de agosto de 2016

Autopoiesis y ausencia del presente




Entendimos la autopoiesis como la capacidad de autoregenerar y construir constantemente. Aplicándolo al ser, vimos una posibilidad ilimitada de cambio que apela al desapego en aras de abrirse a nuevas posibilidades. Es una teoría que nos permitiría comenzar de nuevo. La belleza que vemos en esto es la oportunidad de ser generadores del propio mundo y como dice Maturana, responsables de este. Y es que en cuestiones de aprendizaje, nos parece que la oportunidad de que cada quien sea responsable en gran medida de su aprendizaje, permite un mayor aprovechamiento. Esto siempre y cuando se cumpla con el requisito de permitir el proceso autoconstructivo de la enseñanza.


Maturana afirma que con la responsabilidad viene el placer de poder escoger desde sí mismo. Esto nos parece de gran relevancia. Porque actualmente, nos hemos acostumbrado a transferir la responsabilidad de la educación en todos los ámbito a otros “especializados en el tema”. Vemos que en el núcleo familiar las personas pretenden que sus hijos se formen académicamente y para la vida en la escuela, que se formen en su fe en el catecismo, que desarrollen su potencial en clases privadas de arte, en fin; tercerizamos nuestra responsabilidad de transmitir los valores base de la vida. No es de extrañar que las nuevas generaciones estén acostumbradas a buscar sentar en el otro la responsabilidad del éxito en sus procesos. Esto lo vemos como una aberración del proceso educativo. No es posible aprender a vivir sino sabemos autogestionarnos, si no somos capaces de autorenovarnos en las interacciones con el ambiente. Debemos redescubrir la belleza de la cuestión, de la renovación de nuestros conceptos y de la adaptación al medio que nos circunda.


Otro punto importante de recalcar que menciona Maturana es la aprendida ausencia del presente. El énfasis actual del modelo educativo en el desarrollo de competencias, el progreso y el exitismo como las fuentes de la satisfacción (importante que nos hayan vendido la concepción de la satisfacción como una condición más fácilmente alcanzable que la felicidad y con la que cual se puede vivir perfectamente) nos ha sacado del presente en que vivimos los sujetos aprendientes (desde niños hasta adultos) pues debemos aprender a vivir en el análisis de la previsión del mañana y en referencia de otros. Vemos lo peligroso de esto en la enajenación de nuestro propio ser. Ya no se nos enseña a estar en el hoy, a concentrarnos en hacer lo mejor de lo que tenemos en el momento. Muchas veces perdemos conciencia de lo que sucede dentro de nosotros pues vivimos analizando la mejor manera de poder sobrepasar expectativas de otros; aprendemos a vivir desde fuera.


Otro peligro de este modelo es la pérdida del sentido de pertenencia comunitario del ahora. Actualmente, estamos permitiéndonos el no preparar a las personas para ser partícipes de un grupo. A pesar del gran énfasis en el desarrollo de las habilidades blandas que incluye el trabajo en equipo, sentimos que no conocemos el sentido de comunidad. Ni en el trabajo, ni en la Iglesia siquiera, donde se supone que somos la comunidad de Cristo en la Tierra. Todos hemos aprendido a disque “autogestionarnos” de manera independiente. Sin embargo, el principio de autopoiesis establece que el ser se puede autoreconstruir, autoorganizar dentro del contexto de sus interacciones con el ambiente. El ser humano es integral. No se puede basar el aprendizaje o el desarrollo personal en el aislamiento de la comunidad. Vemos que la pérdida del sentido de pertenencia propio afecta nuestro sentido de pertenencia comunitario.


Según Maturana una manera de devolver este sentido de pertenencia en la educación es el guiar la mirada de manera reflexiva hacia el conocimiento. En todos los ámbitos (familiar, educativo, laboral, eclesial) se debe proveer a la persona el norte para desarrollar el sentido de lo aprendido en el propio vivir. Vemos la necesidad de que las personas podamos hacer nuestras elecciones desde la propia realidad, en lo cual tenderemos a desafiar dogmas probablemente, pero esto será la oportunidad para darle solidez a nuestras creencias o enriquecerlas con nuevos puntos de vista hasta incluso cambiarlos. El proceso autopoiético por sí mismo nos permite esta autoregeneración. Estas circunstancias nos permiten ampliar nuestra visión hacia un análisis más integral que además nos permite encontrar nuevas referencias que nos permiten autodefinirnos. La definición de nuestra identidad en este sentido nos lleva a una apertura relacional en la que inevitablemente construimos comunidad.

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