miércoles, 24 de agosto de 2016

Destilando lo aprendido: biopedagodía





El compartir de experiencias en comunidad, sin duda ha enriquecido nuestra propia visión del mundo. Hace ver que el mundo no solamente es lo que nosotros concebimos, sino que hay muchas aristas que tomar en cuenta para construir el aprendizaje. Hemos podido enriquecer la experiencia personal de cada uno con lo cual incluso, hemos podido crear nuevas concepciones que quizá ninguno habría analizado individualmente. En este proceso nadie poseyó la verdad. Se compartieron puntos de vista, aristas de análisis e ideologías. Esa es una clave importante para pasar de la enseñanza al aprendizaje: compartir experiencias. Pero también el deseo a la apertura y a construir constantemente una mejor versión de la propia persona. Que se tome cada interacción interpersonal como un momento de renovación propia que permite incorporar nuevas realidades a la vida.

Al sumergirnos en las nuevas concepciones enmarcadas en la biopedagogía nos ha sorprendido darnos cuenta que el aprendizaje es un proceso autogenerado que debe darse en relaciones de amor. Es algo que ha estado muy lejos de la realidad que hemos vivido y sin embargo, ha resonado fuertemente en nosotros. Este proceso de autoconstrucción personal es el que le da sentido al esfuerzo que implica la adaptación e integración de nuevos conocimientos. Porque no se trata sólo de sobrevivir, sino también de ser capaces de vivir con calidad, aprovechando y maximizando nuestro potencial al servicio de los demás (y con demás nos referimos al entorno inmediato como la familia, amigos, etc., pero también a la sociedad en la que nos desenvolvemos).

Al final todo se relaciona con el concepto de autopoiesis. Para todos ha sido sorprendente descubrir las aplicaciones del concepto a los sistemas vivos y el proceso de aprendizaje. Nos es claro cómo aprender está relacionado con la misma definición de vida y a su vez es sinónimo de estar vivos; esto cuestiona directamente el actual paradigma educativo que reina en nuestra sociedad. Recordando a Maturana, nos sorprendió además la premisa de que el aprendizaje, para que se desarrolle apropiadamente, ha de hacerlo en relaciones de amor. Y nos llama la atención cómo se relaciona esto con la imagen de Dios que Jesús vino a anunciar y que lastimosamente no hemos sabido transmitir ni experimentar. Dios es amor. La experiencia con el Dios verdadero se da en la libertad y seguridad de que Él nos ha creado para ser amados y amar. ¿Por qué el proceso del buen vivir (cito al Padre Alfonso), que implica constante aprendizaje, iba a desarrollarse en un ambiente diferente? El mejor ambiente para aprender es en el que se tiene la seguridad y la confianza de las relaciones basadas en amor que motiva al ser a desarrollarse en su máximo esplendor para poder apoyar en estas relaciones, a otros en este mismo proceso.
Nos queda claro que aprender no es una etapa, aprender es vivir.

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